De «juguete para empollones» a inversión revolucionaria
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Cuando se lanzó Bitcoin en 2009, muchos lo consideraron un truco, un juguete para empollones e idealistas que soñaban con un mundo financiero descentralizado. Para los escépticos, la idea de una moneda digital sin autoridad central era francamente absurda. Su volatilidad, falta de regulación y conexión con actividades en la sombra reforzaban la percepción de que Bitcoin no tenía futuro. «Es una burbuja», «se hundirá» y «no tiene valor intrínseco» eran argumentos habituales.
Reticencia a Bitcoin
La historia de Mike Plevier es un ejemplo de ello. Habló con un entrenador en 2023, que era gestor de activos además de su trabajo como entrenador. Plevier, ávido inversor y partidario de Bitcoin, sacó el tema. La reacción del entrenador fue típica: descartó la idea, argumentando que una moneda digital como Bitcoin nunca podría ser una moneda real.
Más que crypto-hipnosis
A pesar de este persistente escepticismo, Bitcoin ha demostrado su resistencia a lo largo de los años. Desafió periodos de fuertes caídas de precios, retos técnicos y una estricta regulación. Ahora que su valor ha superado la barrera de los $100.000, incluso los críticos más acérrimos ya no pueden negar que Bitcoin es algo más que una moda pasajera.
Un silencio que dice mucho
Volvamos a Plevier. Con las subidas de precio de Bitcoin, esperaba que los clientes del gestor de activos llamaran automáticamente a su puerta preguntando si sería prudente invertir en Bitcoin. Decidió preguntárselo él mismo. ¿La respuesta? Ninguna. Y dada la cotización actual de Bitcoin, no es difícil adivinar por qué.
Una actitud escéptica no es nada nuevo
Una actitud escéptica ante las nuevas tecnologías o innovaciones es comprensible. La historia nos enseña que muchas ideas innovadoras fueron vistas inicialmente con recelo. Tomemos, por ejemplo, la introducción de Internet en la década de 1990. Por aquel entonces, eran innumerables los críticos que tachaban Internet de juguete sin valor práctico. «¿Por qué iba alguien a enviar un correo electrónico cuando también puede limitarse a llamar por teléfono o enviar un fax?», era una pregunta habitual. El resto es historia.